Segovia.

No hacen falta muchos argumentos para acercarse a Segovia a respirar el mas puro aire castellano. Pasear por su casco antiguo, medieval, al mas puro estilo castellano, recio y templado, a la sombra de su majestuoso acueducto, sin argamasa, piezas perfectas que una a una suman la perfección, en una obra sublime de ingeniería, romana para mas inri. 

Pasear por su paseo de Fernandez Ladreda, despacio, con las manos en los bolsillos y respirar su viento fresco, serrano, con olor a asado castellano es un lujo, que poco a poco te acerca al acueducto, a la obra que da testimonio de la presencia romana, allá por el siglo I, allá por la época de Cristo. 

La calle Real te espera, para encararte hacia la plaza mayor, la imaginación te lleva a verla de noche, con antorchas iluminadas, te lleva a la edad media, la calle del comercio. A la derecha se queda el barrio judío, y pronto alcanzas la plaza mayor, y la catedral, con gárgolas tenebrosas que escupen el agua de la lluvia lejos de la fachada, para advertirte de los peligros del infierno. 

Nos queda el Alcázar, que se levanta tras un foso  imponente, y sobre una peña que brinda seguridad a la ciudad frente al conquistador. Firme en sus postulados, en su interior, te sentirás seguro, como lo estaban los Trastamara, y desde donde partió la reina Isabel la Católica, antes de su coronación, como reina de Castilla. 

Segovia dulce como su ponche, crujiente como su asado, y contundente como sus judiones, te espera para que la visites y te lleves dentro de ti, un trocito de la España comunera, recia y de palabra firme en su pacto castellano. 

No te la pierdas. 

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